lunes, 16 de junio de 2008

En palabras de otros - Algis Budrys

[El pasado 9 de junio murió Algis Budrys, a los 77 años. Budrys es uno de esos escritores de CF que uno oye nombrar pero no conoce, ya sea porque, siendo algo así como un autor de segunda línea y no una gigantesca vaca sagrada, no le pone la misma atención que le pondría a otro cuyo nombre y títulos se repiten más y con más insistencia, o porque sus libros no son tan fáciles de conseguir. Entre sus novelas se cuentan tres clásicos: Quién (1958, editada por Edhasa), Rogue Moon (1960) y Michaelmas (1977), las dos últimas editadas en español por Ultramar (Rogue Moon con el título El laberinto de la luna) e incluídas en la selección de las 100 mejores novelas de ciencia ficción hecha por David Pringle. Confieso que de él sólo he leído una noveleta (me acabo de enterar que es de 1954) titulada "The End of Summer". Como cosa rara no la recuerdo bien pero recuerdo que me gustó el estilo calmado y el desarrollo de los eventos. Era algo así como un futuro en el que se ha alcanzado la inmortalidad o algo parecido, pero el precio que hay que pagar por ella es no tener memoria (mucho antes de Marte verde) así que los inmortales llevan sus recuerdos en un maletín, que es en realidad un hardware de memoria, y cada tanto los repasan y se los reimplantan. La historia comenzaba cuando el protagonista, por alguna razón, perdía su maletín. Pero a lo mejor estoy inventando otra vez. De modo que, a manera de homenaje, aquí está Algis Budrys.]

La ciencia ficción y la fantasía son las dos caras de una moneda. En la ciencia ficción las personas suponen que todas son susceptibles de lograr la perfección. Un tipo sigue el entrenamiento o se somete a una disciplina y se convierte en el gobernante de la galaxia. Por otra parte, en la fantasía la idea es que hay que propiciar a algún demonio o hay que someter de alguna manera a los poderes superiores para que ayuden de vez en cuando. En efecto, la ciencia ficción es demócrata y la fantasía republicana.
—En entrevista para Locus Magazine, noviembre de 1997

Creo que, en realidad, todas las formas de la ficción y del arte son mecanismos de supervivencia. Lejos de ser chorreras y decorados en el frontón de alguna especie de mundo práctico, se podría decir que son lo más práctico que existe. Consisten en una serie de afirmaciones o negaciones de la realidad convencional, y en pruebas de los distintos rostros de la realidad. En ese sentido, la ciencia ficción tiene capacidades únicas. En ciencia ficción puedo hablar con seriedad de ciertos aspectos de las situaciones relevantes que de otra manera no se podrían lograr.
—Entrevistado por Charles Platt, en Dream Makers: The Uncommon People Who Write Science Fiction (1980)

...La ciencia ficción no es en realidad ciencia ficción, es tecnología ficción. No tiene mucho que ver con ciencia.
[...]
Ciencia es un tipo frente a un tablero u observando una cámara de niebla. Tecnología es lo que mueve a un carro nuevo o un avión nuevo... y de eso es que trata el noventa por ciento de la ciencia ficción.
[...]
Lo que la ciencia ficción hace —y la fantasía también— es especular sobre la naturaleza de las cosas. Con frecuencia la CF mira hacia el pasado. Hay muchas clases de CF y de fantasía que se desarrollan hace siglos. A la gente se le olvida eso cuando habla de la CF como un medio para predecir el futuro. Uno puede acertar a predecir algunas cosas, pero eso es sólo cincidencia. Para eso no es la CF. La CF es para especular, no para predecir.
A Conversation With Algis Budrys, entrevista con A. John O'Neill, 18 de julio, 1997

*

Una postdata: Locus Online acaba de postear una muy buena reseña de las tres novelas clásicas de Budrys, escrita por Graham Sleight (un tipo al que hay que leer).

2 comentarios:

Salva dijo...

Si yo me entere de la muerte de Budrys, pero no puse nada porque como nunca he podido leer nada de el :(... Y lo triste es que uno no lo lee simplemente porque no lo puede conseguir...

Por cierto, las citas están super! En especial la de la tercera entrevista ;)

F. dijo...

cualquier confusión en los textos es culpa del traductor